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miércoles, 31 de octubre de 2012

LADRONES DE ENERGIA

Ladrones de Energía0 ¿Se siente en ciertas épocas más “bajo” de energía que habitualmente? ¿Conoce quizás a alguien de quien tiene la sensación de que le está sustrayendo energía cuando se encuentra a su lado? ¿Existen realmente personas con la capacidad de absorber la energía vital de sus semejantes? En muchas ocasiones no es necesario buscar enemigos en el exterior: los verdaderos problemas comienzan siempre en su propio interior, con una actitud errónea ante el mundo. El término “vampiro” es lo suficientemente sugestivo como para poder hablar de forma muy extensa de las connotaciones que tal expresión hace llegar a nuestra mente. Sin embargo, no nos referimos ahora al conocido personaje, ya arquetípico, sediento de la sangre y del alma de sus víctimas. De forma genérica, puede aplicarse este término a la persona con la supuesta capacidad de sustraer la fuerza vital del campo energético de sus semejantes ¿Existen entre nosotros seres que tengan esta capacidad? ¿Puede tal cosa llegar a ser posible? Veamos lo que la moderna investigación sobre el estudio de supuestos fenómenos extraños nos ha permitido averiguar sobre este tema. Lo primero que deberíamos saber es que nuestra actitud inconsciente ante un determinado problema hará que éste se acreciente y amplifique, o bien que se modere y disminuya. La tensión emotiva generada por el individuo que toma decisiones erróneas para su estabilidad, genera una espiral depresiva que provoca su propio malestar. El torbellino de ansiedad y desgaste psíquico deriva en una aparente disminución de su energía interior. Esta máxima elemental era conocida por muchas órdenes esotéricas, que aplicaron estas nociones ¿De qué forma? La “Hermandad Negra” Tomemos, como ejemplo, el significado preciso de unas palabras de Bram Stoker, creador del famoso “Drácula” y miembro de la orden ocultista Golden Dawn: “Un vampiro jamás puede acceder a su hogar, a menos que usted le preste su consentimiento y le invite previamente a entrar”. Esa argumentación, traducida a un lenguaje cotidiano, propone que nada ni nadie tiene el poder de hacernos ningún daño psíquico, a menos que nosotros se lo permitamos. Tenemos el libre albedrío de escoger nuestras propias decisiones y actitudes. De modo que podemos abrir la puerta de nuestra mente a los supuestos problemas del exterior o cerrarla para que sea un reducto impenetrable a la hostilidad. La realidad objetiva es que nosotros somos el resultado final de lo que pensamos. Si alguna “amistad” malintencionada nos percibe como seres débiles y vulnerables mentalmente, y entonces decide sugestionarnos con impresiones negativas que minen nuestra seguridad, esa fuerza exterior sólo cobrará poder en nuestras vidas si damos permiso para que su acceso de negatividad entre en nuestra mente. A un comentario “aparentemente” inofensivo, porque se expresa con un lenguaje suave y tenue, pero que intuimos cargado de intensiones desmoralizadoras por parte del agresor psíquico, hay que responder siempre con la indiferencia emocional. Pero la clave para lograr la verdadera invulnerabilidad es sentir en nuestro interior esa apatía frente a la información que nos llega del exterior. ¿En qué ocasiones damos autorización a los vampiros para actuar? Veámoslo con un ejemplo trivial. ¿Nunca nos ha dicho nadie, un día en el que nos encontrábamos bien emotivamente: “Hoy tienes mala cara, tu aspecto no es el de siempre, parece que tienes algún problema o que algo te preocupa, ¿te encuentras bien?”. Y nuestra respuesta ha sido la inseguridad respecto a nuestro estado real, que en realidad era bueno, y hemos ido a toda prisa a mirarnos al espejo. El supuesto vampiro psíquico puede apuntarse un rotundo éxito: ha sembrado la desorientación y, en pocos segundos, hemos comenzado a sentirnos mal. El hecho cierto, en este caso, es que alguien ha logrado que la sombra de la duda y la desconfianza hacia nosotros mismos germine en nuestro fuero íntimo. Apliquemos esta situación a temas mucho más trascendentales, que pueden estar relacionados con el trabajo, la economía o el amor. La mínima fisura emocional permitirá que el ataque del vampiro consiga su objetivo. Nosotros mismos estaremos haciendo todo el trabajo de desgaste y autodestrucción personal, sin que nadie haya tenido que recurrir a ningún complejo ritual de magia negra para abatirnos y perjudicarnos. Nuestra actitud frente a las cosas, nuestros miedos e inseguridades interiores, han sido nuestro pero enemigo. Los magos de la Golden Dawn, como Bram Stoker, sabían todo esto, y al recurrir muchos de ellos sutilmente a técnicas psicológicas y mentales muy concretas, generaban efectos mucho más demoledores psíquicamente sobre la víctima que con los ritos de magia operativa dirigidas contra ese mismo sujeto. Ahora bien, ¿cómo funciona este proceso en nuestra vida cotidiana? Bram Stoker, el célebre secretario de Lord Byron y creador de la inmortal figura del conde Drácula. ¿Tenemos la costumbre de recrearnos en la observación morbosa de nuestra caja de Pandora psíquica con demasiada frecuencia? Sabemos, por experiencia y vivencias adquiridas, que una determinada actitud no nos beneficia; sin embargo, a pesar de ello la potenciamos y amplificamos de forma derrotista, dando por sentado que “las cosas no pueden ser de otra forma”. Por tanto, en estas circunstancias nuestra actitud personal continúa siendo errónea. Cuando nos identificamos con el sufrimiento de una situación que nos resulta desagradable, estamos generando una pérdida de energía que en ningún momento nos está beneficiando. Eso puede provocarnos un desgaste brutal; luego, es evidente que si queremos soluciones prácticas para sentirnos mejor, una reacción emotiva inversa nos permitiría un movimiento que, en este caso, sería de activación y carga. Esta es la clave. Todo depende del planteamiento psicosomático del proceso mental con que nos programamos. A muchos nos ha sucedido en alguna ocasión que, en un momento crucial de acumulación y saturación de problemas, hemos sufrido las consecuencias de un “bloqueo emocional”; esa tensión puede haber sido creada por causas de índole familiar, laboral o quizás de salud. Pero el conflicto real no nace del problema en sí, sino de nuestra reacción ante el mismo. En lugar de buscar respuestas constructivas a nuestros “porqués” personales, nos hemos ido llenando de impresiones negativas que merman cada vez más nuestro estado de anímico. Y lo que realmente hace esa pasividad es alejarnos de una utilización adecuada de nuestra energía personal. ¿Cómo podemos incrementar dicha energía? ¿Qué fuentes de alimentación tenemos disponibles para ello? La respuesta es simple: mediante la absorción de impresiones positivas. Este sería el mecanismo principal con que funcionaría la llamada magia blanca. El practicante de las técnicas que mencionamos trabaja su mente mediante el uso controlado de su voluntad y la imaginación, lo que le hace invulnerable a lo que comúnmente se denomina magia negra, que no es más que una mala programación de los procesos cotidianos. Basados en esta sencilla máxima del vivir cotidiano, autores muy alejados del mundo de la magia han vendido millones de libros sobre crecimiento y superación personal, recordando a sus lectores que la prisión de nuestras emociones es la que nosotros mismos construimos involuntariamente; es decir, los únicos vampiros que pueden atacarnos son aquellos a quienes otorgamos ese poder.

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